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El alimento, por María Negro

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  El silencio. La cuchara sostenida en el aire, parece dudar frente a los labios.  Estaba convencida que todas las mamás cocinaban rico, que era como una capacidad que se adquiría con el parto. Por eso no podía creer que mi mamá no lograse hacer una sola comida decente, y que no fuera a propósito.  Decente, tampoco fantástica o irrepetible. Decente. Con la sal apropiada, o algún sabor que se pudiese disfrutar. En el espacio breve de la cocina, mamá se acomodaba los lentes empañados y buscaba en los especieros su nuez moscada, su orégano, dejando caer sobre la sopa sospechosas cantidades.  El viejo cucharón de su suegra se hundía en el líquido espeso que contenía la olla, emergiendo lento, cauteloso. Solo el silencio acompañaba el ir y venir del cucharón sobre los platos que esperaban con angustia lo que sabían que iba a suceder. —Otra vez, dijo papá. — ¿La sal? No — ¿El orégano? Papá no respondió más. Continuó llevando la cuchara a su boca, callado, mientras yo esperaba el momento de h

Rosa en las islas, el viaje de un pueblo

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  Se va a casar Rosa. Su mundo es un escándalo de esperanzas y deseos. Juega, la vida es un juego. Un juego con sus primas o un juego con su tía, un juego de besos con el Ramón que la ama. La radio aturde de noticias y al Ramón, sin consultar, se lo lleva el camión que arrastra adolescentes de los pueblos hasta las Islas Malvinas, hasta una guerra rabiosa, helada, lejana, ajena. En el año 1982, 23.000 soldados de entre 18 y 25 años fueron reclutados para enfrentar la armada inglesa en las Islas. Sin armamento ni vestimenta adecuada para el espacio, con temperaturas bajo un profundo cero, muchos fallecieron de hambre, de frío, de infecciones. Desde los medios nacionales, la campaña por reunir recursos para la guerra ganó a todo el pueblo. Miles de habitantes entregaron sus joyas, sus recursos, para sostener a sus hijos, sus novios, sus maridos, sus pequeños hombres llevados a la muerte. Todo resultaría en un gran robo, pero ese mismo pueblo demoraría mucho tiempo en descubrirlo. De esta

Nogoyá, el fuego fatuo de la historia

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  "Del otro lado de la reja está la realidad,/de este lado de la reja también está la realidad;/ la única irreal/es la reja". Los versos de Paco Urondo iluminan la oscuridad de la historia como una lámpara colocada en el espacio. En febrero de 1973, el poeta fue encarcelado en el penal de Villa Devoto, allí grabó la extensa entrevista que se transformaría en el libro La Patria Fusilada, faltaban aún seis años para que el fusilado fuese el mismo poeta. La distinción entre detenido común y detenido político será importante en 1973. El pueblo alza su propio 25 de mayo en las puertas del penal, reclamando por la libertad de los presos políticos. Ese es el inteligente punto de partida de la obra. Los "comunes" observan por las rejas, la distancia que separa a los presos por luchar de los presos por delinquir es líquida, inestable. Todo preso es político. El 14 de marzo de 1978, el Pabellón Séptimo del Penal de Villa Devoto se transformará en una versión práctica del infi

Adorno, en el borde del camino hay una silla

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  Como una experimentación de los andares donde la quietud es una ilusión del lenguaje, un hombre que usaba silla de ruedas llega al encuentro de su ex pareja, caminando. De la extraordinaria aparición, Ariana Caruso y Emiliano Mazzeo construirán una comedia que hace un delicado uso de su posibilidad: la risa descomprime al cuerpo y lo deja a la deriva, la risa expone el reflejo de nuestra rigidez.  Una mujer herida y dramática es la ventana hacia este nosotras extraño donde el discurso que nos reclama poderosas parece una vindicación del sometimiento. Todo lo podemos solas, desde la creación de la cera depilatoria hasta la plantación de caña de azúcar. La invalidación del otro es la silla donde es reclamado. Manipulable y silencioso. El amor es una danza de poderes que reclama su cooperación y esta aparece, sobrevive, se impone.  El deseo será demandado como ejercicio del rechazo. Del encuentro, el hombre que camina y no, duplicará la apuesta íntima por encima de aquello que puede dec

Rojos Globos Rojos, cuando un país es el escenario

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  No es novedosa la tensión del debate que discute al arte en su condición productiva, mercantil, ocurre que en cada crisis resurge con vitalidad y violencias renovadas. En los días que transitamos se cierran teatros, centros culturales, se bajan proyectos estatales de difusión de las artes, se desfinancia la educación (toda, incluyendo la artística), se persigue a los artistas callejeros y ya casi nadie, tampoco El Cardenal, puede pagar la boleta de la electricidad. Que El Cardenal y Las Popis nos reciban agradecidos, pero aclarándonos que el teatro está al borde del cierre por no poder pagar sus cuentas, nos representa en un realismo visceral, intimísimo. No es poca cosa. A partir de ese momento, los cuerpos de Raúl Rizzo, Gabriela Perera y Marta Igarza, serán la idea y la forma de la idea en un solo y maravilloso hilo que recorre la dramaturgia de Tato Pavlovsky, con el centro en Rojos Globos Rojos,  impecable collage logrado por el director y dramaturgo Christian Forteza. Una obra

El Núcleo, por Mauricio Kartun

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  Núcleo. Así. Núcleo. Nada de Club. —Se juega a las bochas en un club. Se toma vermú con platitos en un club. ¿Qué, nos ven caras de bochistas a nosotros, de ponernos alegres en un buffett, nosotros?  Núcleo. Lo propuso Tilde. Y sufrió Osvaldo. Por qué no se me ocurrió a mí.  Núcleo de Admiradoras de Rubí Rubí.  Durante dos años habían sido miembros del Club, los tres. Pero siempre tirantes las relaciones con la presidenta. Demasiado populachero todo, secreteaban. Le denostaban la pancarta a pincel. Somos simpatizantes acá, no hinchas. Compartían el tranvía de regreso los tres, y allí, en el traqueteo, fue creciendo la diatriba. Que la criatura merecía un trato más acorde. La criatura, le decían a Rubí. Acorde a su delicadeza. Que la dirección del Club no estaba a su nivel. Que todo lo que hacían resultaba ordinario. Y así, en la murmuración fue naciendo la unidad del trío. Ningún pegamento más fuerte que la tirria. La pelea estalló una tarde de llovizna helada en la vereda de la radi

Ravioles, Deméter en la cocina

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  Deméter, enfrentando a Hades para recuperar a Perséfone, revela que arrancar a los hijos del infierno no es estar contra las cuerdas del ring sino estar dispuestas a comerlas. Sin el poder de la diosa, temblando, una mujer prepara una picada sobre una mesa ordinaria, de una casa ordinaria, en un día ordinario. Una niña grita, golpea las manos con ritmo, repite papi papi, se da golpecitos en la cara, se baja la medibacha, corre por el comedor abrazando su peluche. La radio cumple su función de aturdir. Un hombre derrotado pregunta a qué hora, si ya sabe si vienen. La mujer no sabe, se nota que no sabe. Un timbre fuerte. Dos hombres de civil, armados, arrastran dentro de la casa a un joven encapuchado. De este joven no saldrá la voz sino el gruñido que da el terror, y solo eso. Una vecina, curiosa, pasea entre ellos su ingenuidad. Ravioles es el biodrama —o lo que podemos llamar teatro documental— de Osvaldo Peluffo y Gabriel Scavelli , que atraviesa su tercera temporada en cartel entr