Risas de mujeres desnudas, la música que merecemos escuchar

 


Lo curioso de los monstruos, es que gustan de esa palabra para describir a los que no son de su

condición. La distancia entre Atilio y la Peona se recorre por la delicada línea que imponen los otros,

los que consideran al travestismo, a la diversidad, una monstruosidad. 

“Risas de mujeres desnudas”, la nueva novela de Héctor Jacinto Gómez, construye personajes verborrágicos y adorables para contar una historia sobre el fascismo, sobre el amor, sobre la fuerza, sobre las múltiples transiciones: las de los cuerpos, las de los espacios, las de las almas. 

La narrativa veloz, categórica y brutal, encuentra equilibrios memorables entre el golpe -no bajo, sino real- y la carcajada. El humor como escudo indispensable para contar la dialéctica que asumen las formas entre la maravilla y la tragedia. La risa como refugio frente a la intromisión de un paisaje cruel, intolerante. 

Atilio es la Peona desde siempre, al igual que la Cristian, aunque nos permitan ir descubriendo con ellos y de a poco. No será solo el descubrimiento del ser, sino además la transformación del alrededor. No perderán una familia amorosa ni amigos entre sus compañeros de colegio. La dureza de los vínculos, la distancia social entre el trabajador de campo y sus patrones -presentes y futuros- no encontrará salidas románticas e inverosímiles, al contrario, avanzará hasta su punto máximo ejecutando el destierro, la invisibilización del silencio, la violencia física. 

¿Es esa misma opresión la que, en su contradicción, permite que emerja como oposición la diversidad?

La “monstruosidad” que es enjuiciada desde las elevaciones morales, eclesiásticas, de una sociedad pequeña como un pueblo no deben confundirnos. Para considerar que no es lo mismo ser un puto en Luján que en la Reina del Plata deberíamos olvidarnos de los ataques homofóbicos que ocurren en nuestra ciudad friendly; los que se denuncian y no, los que se agradecen como una corrida en la madrugada que no termina con la muerte, la persecución que ocurre en este mismo momento a una docente de la EEM 1 DE 3.

La Peona es el desfachatado ejercicio de la ternura y el amor. De la amistad como complicidad imprescindible para la supervivencia, del humor y la verborragia como finas uñas que logran rasgar las filas íntimas del conservador y del progresista (de todos los géneros, gracias al autor por no esquivar eso) que se atribuyen condiciones heroicas por soportar su verdadero espanto.

Sin florituras innecesarias y pesadas, Héctor Jacinto Gómez cuenta la historia desde la literatura. Un espacio real, un tiempo real, una violencia real. La única pornografía desplegada es la imprescindible: las hordas de monstruos tangibles que conviven en el silencio cómplice de los buenos electores y la decencia. La mano que golpea está sostenida por la boca que calla.

“Risas de mujeres desnudas” debería ser material de lectura en los colegios, de amparo para nuestras infancias, de instrucción amable para nuestras -ya complejas- maternidades y paternidades. La libertad de nuestras sexualidades, en una vida tan breve, no debería ser una negociación de partes. El único permiso divino e ineludible es el acuerdo de los cuerpos que se encuentran en la intimidad. Pero de eso, la Iglesia tampoco sabe.




Risas de mujeres desnudas (2022)

Héctor Jacinto Gómez

Editorial Obloshka










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