Seol, por Isabel Guerrero

 



no hay belleza que sostenga 


el poema 

sin ser antes sacrificio de los dioses 

 

una bala impacta alguien muere 

un poema vacío se derrite en su rostro para inmortalizar la soledad 

 

el tiempo se paraliza 

y el verso no es más que una mueca rajando la carne 

 

un abismo que destiñe la sangre 

para cercenar la boca 

 

es grieta que cae 

 

un cuerpo vacío que trenza la lengua hasta clavarla en una viga 

 

-no hay razón que se sostenga en los ojos del poema- 

 

el poeta es sólo una mancha 

destinada por siglos al fondo de la tierra 



*

desperté nadando en la misma casa 


donde gallinas desolladas por el hambre 

olían a posibilidad 

 

enredada a las partes adornadas del cascarón 

sentí los días 

penetrando fuerte 

en cada una de las latitudes 

de la infancia 

olor a tierra comido por el metal 

que siempre faltó para nutrir los poros 

y endurecer la voluntad 

 

habitada en el gancho dormí indiferente como ave sin luz 

y el cielo se hizo grande para huir de la inmensidad tan nombrada a veces 

en el canto de los pájaros 

 

entonces no quedó más que intuir los pies al comedero de las suertes 

en un espacio sin nombre para anidar 

 oscura a los aires 

abrí ventanas que daban hacia el océano y el cuerpo soltó su vuelo 

en las húmedas alas del abismo 



 *


silala 


 

detuvo su caudal 

la gran serpiente de agua cuando los segundos 

fueron testigos de la extracción mineral 

 

se detuvo un instante entre las piedras sobrecogida al viento que traía 

ese aire de fantasma de hambre 

de bala 

 

paralizó su corriente el relámpago de tierra haciéndose camino entre la cumbre 

que de raíces sanó el vientre de las águilas 

 

se suspendió en la tormenta aturdido de tanto abogar hacia arriba 

de vuelta al seno de Los Andes 

 congeló la simiente el árbol y así toda la consecuencia que de fauna se hacía fuerza 

para los dioses de otro tiempo 

 

se resistió sediento drenado como humo que escapa triste al sol 

 

la vasta geografía se quedó en silencio 

y la plata no pudo salvar del fuego al gran río que brotaba en el cielo el curso de la noche 

 


Seol, Isabel Guerrero (2021)
Editorial Conunhueno (Chile)

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Paisaje KM31, las formas de la soledad

Ravioles, Deméter en la cocina

Rosa en las islas, el viaje de un pueblo