Las Malas Compañías de Oscar Puky Gutiérrez

 


El poeta renace para contar los paisajes que lo han sublevado. Abre el caleidoscopio del alma, y convida sus pedacitos de palabra para alcanzar algún grado de luz. El ejercicio sintético del lenguaje en la poesía, brinda al escritor el mejor camino del decir: el todo por su espacio más breve, el todo por su imagen más precisa.

Oscar Puky Gutiérrez, nacido en la fantástica Bolivia, es un gran hurgador de luces. Así nos presenta su nuevo libro “Malas compañías” (Editorial Bukowski, 2021), como una cucharada de sopa caliente, como un animal manso y herido que ha dejado de lamer la tristeza, ese cándido resguardo, y afronta, como verbo en acción activa.

“Bienaventurado sea el poeta que deambule por el asombro/que comparta domicilio junto al fuego/y que produzca así una sonrisa/esa noble cicatriz/que acaso/-en la noche de los tiempos-/(recién expulsados del Edén)/fue de Adán para Eva/el primer poema”.

Deambular, compartir, producir. Hacer y hacer. La poesía de Puky es un verso del hacer demandante, de la imposibilidad de quietudes, de la fluidez del verso maduro que busca (siempre los verbos) como tarea y como acto de magia.

Apunta y dispara contra el odio, esa moneda de curso legal en un continente, a veces, aciago. Nos lleva de la mano por los caminos de la ternura, nos sube a su hamaca de tiempo. “Soy el hijo de mis años”, dice, y nos acerca a la idea de cuántas veces hay que tomar el envión de seguir pujando, luego de tanto caminar este espacio. No hay certificado que nos valore la vida, lo sabe. “Ya no me estorbo/prescindo de mi niebla un poco cada día”. Aprenderemos a ser nuestros peores enemigos, y de ese aprendizaje crecerá el otro, el real, el menos atado al traje amplio del dolor, el que nos quita del sendero sin futuro para plantarnos erguidos en la todo posibilidad de la que son capaces los resucitantes.

Sabe, Puky, el hurgador de luces. Ubica entre el sustantivo impaciente y el adjetivo impensado, un candil. Hay palabras de las que nunca se regresa, dice, y acierta. Poeta, dios niño de la palabra que arremete con devoción y torpeza sobre los terribles acantilados del decir. Debajo, detrás, delante, arriba, todo está esperando ser nombrado sin que su nombre sea definitivo. Puky mira el mundo desde el banquito de sus sentidos. Abre el espacio que nos permite encontrar la manta necesaria, el vaso de agua y de vino, el fuego en su magnitud amable y despiadada. Sabe, Puky, el hurgador de luces. El generoso navegante de su propio silencio, el señor que le canta a las ostras sin manotear las perlas, el que agradece antes que el milagro sea un cuerpo, y se asombra de cada cielo como si fuera el primero, luego de haber recorrido tantos cielos últimos.

“Vivir es un peligro dichoso/una alegría que duele/una ruleta rusa/y la dignidad de alguien/que porfiadamente insiste/en encender un último fósforo/ante la atroz e invencible oscuridad”.

 

 

María Negro

 

Malas Compañías

Oscar Puky Gutiérrez

Editorial Bukowski, 2021


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