Rojos Globos Rojos, cuando un país es el escenario
No es novedosa la tensión del debate que discute al arte en su condición productiva, mercantil, ocurre que en cada crisis resurge con vitalidad y violencias renovadas. En los días que transitamos se cierran teatros, centros culturales, se bajan proyectos estatales de difusión de las artes, se desfinancia la educación (toda, incluyendo la artística), se persigue a los artistas callejeros y ya casi nadie, tampoco El Cardenal, puede pagar la boleta de la electricidad. Que El Cardenal y Las Popis nos reciban agradecidos, pero aclarándonos que el teatro está al borde del cierre por no poder pagar sus cuentas, nos representa en un realismo visceral, intimísimo. No es poca cosa. A partir de ese momento, los cuerpos de Raúl Rizzo, Gabriela Perera y Marta Igarza, serán la idea y la forma de la idea en un solo y maravilloso hilo que recorre la dramaturgia de Tato Pavlovsky, con el centro en Rojos Globos Rojos, impecable collage logrado por el director y dramaturgo Christian Forteza. Una obra