Seol, por Isabel Guerrero
no hay belleza que sostenga el poema sin ser antes sacrificio de los dioses una bala impacta alguien muere un poema vacío se derrite en su rostro para inmortalizar la soledad el tiempo se paraliza y el verso no es más que una mueca rajando la carne un abismo que destiñe la sangre para cercenar la boca es grieta que cae un cuerpo vacío que trenza la lengua hasta clavarla en una viga -no hay razón que se sostenga en los ojos del poema- el poeta es sólo una mancha destinada por siglos al fondo de la tierra * desperté nadando en la misma casa donde gallinas desolladas por el hambre olían a posibilidad enredada a las partes adornadas del cascarón sentí los días penetrando fuerte en cada una de las latitudes de la infancia olor a tierra comido por el metal que siempre faltó para nutrir los poros y endurecer la voluntad habitada en el gancho dormí indiferente como ave sin luz y el cielo se hizo grande para huir de la inmensidad tan nombrada a vece