Julieta y Julieta, las formas de escribir el horror
Es cierto lo que dice mi amiga Marcela. Lo primero que debe contar esta reseña es el acto de la lectura. Día frío, café con leche en un bar, y los primeros capítulos. Disponerse a leer en un bar es, también, disponerse a leer poco, entre el ruido; o leer mucho, entre la música que pueda salir de un auricular. Pero, lo cierto, es que nadie se queda leyendo un libro de casi 300 páginas con un solo café con leche. Hay una disposición del lector a que esa lectura sea, de alguna forma, breve. Se tomarán notas, si es necesario, pero se levantará el cuerpo del bar y se saldrá con el libro adentro del bolso y la vida continuará su historia. Nada de esto fue posible. Julieta es Julieta, pero también es su propia amiga imaginaria. Esa "otra" Julieta, la que va relatando la historia, es una voz subyugante, por si hiciera falta más aún dentro de la novedosa selección de la voz narrativa. Julieta es una niña, y su amiga imaginaria, nuestra cómplice, también. Hasta ahí llegó el café con...